9 de noviembre de 2007

El Jefe

Manolo está totalmente seguro que le debe su puesto en la empresa a su enorme inteligencia, y piensa que el respeto que le veneran las personas que dependen de él se debe a su clara y lúcida forma de ver las cosas.

Él no es un inocente y sensible mentecato como el responsable de Informática con muchos más estudios pero ganando la mitad que él. Se da cuenta de que su particular manera de llevar el departamento le ha llevado a obtener cada día más apoyo del director de la empresa y se vanagloria de que los empleados que forman parte de su equipo se rompan los cuernos para satisfacer sus demandas, aunque estás a veces sólo sean estratagemas para provocar competición entre ellos y así humillar o ensalzar según sus propios criterios, lo cual también provoca que sea casi imposible que surgan alianzan entre ellos y que los errores siempre sean adjudicados a la persona más prenscindible.

¿No es todo ello un gran signo de su inteligencia?

Manolo cada día sufre más de insomnio y sus relaciones familiares son cada vez más problemáticas, pero cuando entra en el área de su departamento siente una especie de satisfacción cerca de su ombligo, la sonrisa se le encaja en su rostro sin forzarla y entonces ve reflejada su imagen en el espejo y ve a un líder nato, inteligente y perspicaz.

3 Comments:

Arcángel Mirón said...

Hay que ver qué precios estamos dispuestos a pagar por un buen trabajo. El trabajo debe ser placentero, pero no debe ser nuestra vida total.
Hay que analizar qué queremos.

Eulalia said...

Pienso lo mismo que tú, perdemos demasiadas cosas a causa de querer subir de estatus.

Jordicine said...

Pienso como vosotros. Es bueno caer bien en el trabajo, pero es sólo eso, un trabajo. Donde hay que caer bien es en casa. Un día un jefe me dijo una frase que todavía recuerdo: 'Al trabajo se viene a trabajar, no a hacer amigos. Si los haces mejor pero no es lo principal'. Un saludo.