Me sonríes y me dices lo guapa que estoy hoy. Te acercas y con aire cómplice empiezas a hablar mal de María, que si la mosquita muerta de María, que si que se creerá, que ya veremos quién ríe el último... "pero me da igual", me dices, "yo no pienso actuar como ella, eso sería caer muy bajo, yo no soy de esa calaña..." cambiando de tono, con cierto aire inocente me dices que me notas algo rara, "parece que se te marcan demasiado las ojeras" sigues apreciando, "¿como te van las cosas con Jose?..." "bien, bien..." te digo, "me alegro" respondes, y con paso firme y decidido te metes en el despacho de Sole, cierras la puerta, detrás de los cristales te veo sentado en la mesa, riendo animado... y pienso en que se te ve muy integrado en la empresa.
7 de noviembre de 2007
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3 Comments:
Esas historias de oficina pueden capturar toda nuestra atención.
Son dulces y peligrosas.
:)
Yo no suelo hablar de otra persona cuando estoy con alguien . . . me parece de mal gusto.
Pero suele suceder . . . a veces . . . quién sabe.
A mí tampoco me gusta Gonzalo del Rosario, pero tal vez alguna vez como tú dices suceda, no somos perfectos.
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